viernes, 3 de junio de 2016

Ciclos 24,25

Nos dirigimos hacia un mínimo solar, dicen en las noticias,
y yo miro por la ventana:
veinticuatro.

He ahí el sol, inmaculado,
perfecto, calmado,
en letargo,
un mar de plasma domesticado
y aquí: una pequeña edad de hielo,
yo: sumido en ritmos circadianos
alterados
los canales se congelan en Venecia
y en Ámsterdam
y crecen glaciares en la montaña
que supuran tímida belleza
de círculo polar
pero yo estoy
hundido en la cama
rezando para que llegue una tormenta, para que la aurora de mañana
sea boreal
o austral
y no una simple
salida del sol (te odio),
un banal crepúsculo
de pálidos, desgastados colores
que ya me aprendí.

aquí: el rocío se vuelve
estaca de cristal
microbala de plata
directa al corazón
a través de cada poro
norte a sur y vuelta.
Me han inoculado luz de neón
para engañarme como a las gallinas
y ya no sé cuándo es de día
y cuando de noche,
porque astro rey
abúlico
sigue la ley de mínima acción.

yo:
Pido una eyección
(letal)
sobre la superficie
de mi piel
que sean cuarenta lenguas de fuego
que rompan el letargo
de bella durmiente
y que los científicos no se expliquen
que
con la elegancia del fénix
con la piel de vaca,
como hijo de la ceniza
comience el ciclo 25.

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