domingo, 31 de enero de 2016

Still life #2

Un gramo de luz
homogéneamente repartido
en un tronco de cono,
solo un gramo,
un gramo de humo,
apenas un gramo,
se desprende de una mano cinco dedos
y un millón de motas de polvo,
así a ojo un gramo,
abducidas, absorbidas,
por una tonelada de hierro,
sobre nuestras cabezas,
en el centro de la órbita.

Un gramo de música,
casi un gramo,
vibra en el aire,
se cuela en ese cono
y lucha, choca, quiebra cada partícula de luz que se encuentra
y se hace el silencio
salvo un pequeño pulso pulso pulso

que dispersa un mechero naranja,
una máquina expendedora de chocolate caliente
y con la que compite otra mano cinco dedos tamboreando, cinco pulsos pulsos pulsos pulsos pulsos

y se hacen las sombras, se abre la puerta y entra el frío de enero, otro gramo de Ámsterdam, es el único superviviente de la sala.

todo esto en (solo, apenas, así a ojo, casi) un segundo que pesa un gramo en este sistema de unidades aquí inventado.


domingo, 24 de enero de 2016

Extrañas criaturas

Las cúpulas están ardiendo
y nosotros ascendemos como hollín,
más arriba, más arriba que sus tejados y sus azoteas, más arriba que sus luces de neón, más arriba que las torres de marfil carcomido, sus escopetas alzadas al cielo no nos alcanzan, sus nubes de tormenta se nos quedan bajas, más arriba que Laika, más arriba.

Las cúpulas están ardiendo y las calles deshaciéndose en ceniza y los semáforos quedaron petrificadamente rojos y cada señal triangular desapareció de la faz de su tierra, nos la llevamos, allá arriba, allende.
                                                   
Y las bocas de metro y las alcantarillas se ahogan en sangre violeta y llegan a las rodillas de los gigantes y siguen subiendo, les inundan los bolsillos, les intoxican de plomo y les hunden, les hunden como el Titanic y nos impulsan más más arriba.

Y las cuadras de unicornios con todas sus puertas abiertas. Al trote, al trote. Al galope, al galope. Extrañas criaturas pueblan las calles. Magma, rocas volcánicas, musgo crece en las fachadas, hijos de la ceniza, malditos bastardos, las calles son vuestras.

Salid, salid, de vuestras madrigueras. Las cúpulas están ardiendo, han abandonado los túneles. Las guerras suburbanas han acabado. No tenéis que esconderos, podéis mirar al cielo y volar más más arriba.

Extrañas criaturas pueblan el cielo.