jueves, 14 de agosto de 2014

Extranjero

Extranjero.
Extranjero por las calles desiertas,
calles de aceite y miel.
Extranjero y la luna colgante
de un escenario de charol.
Extranjero a la orilla
de ríos de papel de plata,
extranjero entre patriotas
de la luz mortecina, enferma,
podrida, atravesada por mil gusanos,
como mil lanzas ensangrentadas
en el cuerpo del extranjero.
Como mil flechas que llueven
de cielos de metacrilato
sobre su cabello.
Y el extranjero mira a los mil gatos
que se pierden en las rotondas
y mira a las mil salamandras
que se enroscan en las farolas
y se pregunta:
¿Dónde quedaron los relojes de muñeca
y los mapas de papel?
¿Cuándo el tiempo comenzó
su juego a destiempo?
¿Cuándo los patriotas de la luz
se apropiaron de las horas?
¿Y los gatos de las calles, de los pasos,
de las sombras?
¿Cuándo los mapas olvidaron las coordenadas?
¿Cuándo las brújulas perdieron el norte?
¿Cuándo su pie no pisó más que tierra ajena?
¿Cuándo las agujas abandonaron los relojes
para dedicarse a la alquimia de las calles?
¿Y dónde?
¿Dónde quedó su tierra, su tiempo, su vida?
Extranjero en su espacio
y en su tiempo.
Extranjero que se hunde
en terreno vedado,
en coto de caza.
Extranjero en el hoy
que ahogó al ayer,
que ya nunca más será.
Extranjero, ¿dónde quedó tu tierra,
dónde quedó tu tiempo?
Mi tierra es la nada,
mi tiempo no es
y yo: yo no soy más que un extranjero
de mí mismo,
dijo el extranjero,
entre las mil lanzas ensangrentadas
que horadaron su reloj, su mapa,
su tierra, su tiempo, su yo.
Extranjero, extranjero.
Extranjero que no es,
ni fue, en ningún lugar.
Extranjero que no será,
me llama desde la nada.
¡Extranjero, extranjero!
El tiempo ya no tiene nombre.
Extranjero que nunca fue
camina por las calles de aceite y miel.

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