domingo, 15 de marzo de 2015

Postal insulsa de domingo

Café descafeinado con leche desnatada.
Un tinto de invierno
y su rodaja de limón hibernada,
azúcar glass como granizo.
Una gota roja sobre el mantel,
seca, como una costra.
La plaqueta silenciosa entre la tela.
Atardecer desteñido,
centrifugado en la quietud.
Café descafeinado, frío.
Y una luz difuminada de avión.
Esta es una vida de domingo.
El tedio de una postal de invierno
que se prolonga y emponzoña
un recuerdo.
Café descafeinado sobre la mesa
y un libro caduco de palabras.
Un filete crudo en el plato
el moho lo ha conquistado.
Una comida interrumpida,
una sobremesa muy larga,
una digestión que no llega.
Un trozo de escarcha
se ha trabado en la garganta.
Imagen para un bodegón:
Un frutero.
Plátano podrido.
Fruta olvidada.
Macedonia descompuesta.
Y un donut rosa, brillante,
quizás de plástico.
Fondo marrón, lejano.
Lo perenne: lo sintético.
La naturaleza que muere
aunque el tiempo se ha parado.
Está muerta.
La uva.
El limón.
La sangre.
La vaca.
El plátano.
La tarde.
El tiempo.
Yo.
Postal insulsa de domingo.
Página necrológica de periódico.
Café descafeinado.
Mancha de vino.
Tarde de domingo.
Vida.


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