Las ciudades
ya no son ciudades
y se deshacen
ante mis ojos.
Los poros
de la realidad
se ahondan,
se ensanchan
y todo lo que era sólido
se vacía.
Y la vida,
tiene superficie infinita
y volumen nulo.
Somos líquidos,
somos fluidos,
superfluidos
y no sabemos quiénes somos,
no tenemos nombre,
ni entendemos nada
de lo que ocurre.
Nos miramos a los espejos
y en los ojos ajenos
y nos creemos el trampantojo.
Pero tú no eres tú
y yo no soy yo,
¿quién es más nadie de los dos?
Las ciudades
ya no son ciudades
y ya no compartimos
el mismo espacio-tiempo.
No nos entendemos,
no nos mezclamos,
en el fondo: estamos huecos.
Un cubo de Menger
condenado a recorrer
una banda de Möbius.
El universo
ya no es universo.
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